Todas las profesiones y trabajos celebran su día, pero el caso de los periodistas es especial. La fecha exacta del 7 de junio, en homenaje a la aparición en 1810 de La Gazeta de Buenos Aires por parte de Mariano Moreno, es una mera referencia: los festejos pueden empezar días antes y terminan a la semana siguiente. Estamos, entonces, en medio de ellos.
Lo confieso sin rubor: les esquivo a esos encuentros donde se respeta el protocolo de saludar sonriendo a personas con las cuales no compartirías un café, sólo porque son los anfitriones. A veces no hay opción y se debe cumplir con las obligaciones sociales; pero cuando se puede elegir, lo hago.
Encontrarse con los colegas, en cambio, es siempre placentero, pero también genera tensiones. ¿Te sentás en la mesa con los de siempre, con los que te encontrás todos los días en las coberturas y así conversás sobre los mismos temas sobre seguro, o buscás un asiento con quienes no te ves nunca y, por ende, no sabés qué piensan? ¿Te aventurás en rotar por distintas ruedas de charla o te afincás en una sola? ¿Dónde te ubicás en la foto? ¿Te perdés el lunch por estar lejos de la mesa y no abrirte paso a codazos, como lo hacen otros?
En este último caso, hay escenas que dan vergüenza. En los brindis, uno se puede encontrar con supuestos periodistas que sólo aparecen para esta ocasión. Se los distingue porque siempre están cercando al que lo invitó y no pierden la oportunidad para hacerle esa nota que nunca le hacen y, trascartón, pedirle una publicidad. Incluso da la impresión de que algunos agendan los agasajos y van de uno a otro sin seleccionarlos, para estar en todos y poner a prueba el hígado.
Ni qué hablar de los regalos. En los principales medios de prensa del mundo y en todos los códigos de ética (como el del Foro de Periodismo Argentino) se establecen topes económicos para aceptar presentes. Hay casos registrados en la Argentina de periodistas de Buenos Aires que rechazaron tablets de última generación y hasta autos. Las buenas prácticas también existen y suelen ser silenciosas, frente al estruendo de otros casos.
Varias de estas cuestiones no pasan en otros empleos. El resto del universo laboral tiene su día y ya; a lo sumo, reciben un reconocimiento casual. El de los periodistas es masivo. También por eso, nuestro día debe servir esencialmente para pensar en la función social de nuestra profesión, que está al servicio de la gente, y en nuestras obligaciones públicas y privadas para desarrollar un periodismo ético y de calidad.